sábado, 8 de agosto de 2009

Una buena historia

Todo comenzó con la ya tradicional pregunta de si era español. Por lo visto, el hombre que se sentaba a mi lado en el vuelo de Miami a México me había escuchado hablar con la azafata y había notado cierto acento andaluz, según me comentó él mismo. Con un poco más de tiempo, ya que el trayecto era de unas tres horas, le expliqué mi historia y el porqué de mi forma de hablar.
El hombre resultó ser bastante más hablador que yo y me contó también él su vida. Nacido en León, emigró a México cuando tenía quince años después de que la guerra civil española dejara su pueblo devastado. “Los Rojos ocuparon el lugar en donde vivía y acabaron con todo lo que teníamos. Se lo comieron todo. Entonces tenía quince años y nada para comer, así que había que buscarse la vida y me monté en un barco camino de México”. Me explica que se fue solo, que eran cinco hermanos y que él era el mayor, así que tuvo que irse. Pienso entonces en los paralelismos con mi historia y me doy cuenta de lo afortunado que soy. Yo también me fui solo y a una temprana edad, pero lo hice por elección y para estudiar, no buscando subsistir. Yo además tuve el apoyo en todos los sentidos de mi abuela y su esposo, a los que les estoy más agradecido de lo que unas simples palabras pudieran expresar.
Hablamos entonces de la situación actual de España. Del desempleo, el modelo económico en el que se sustentó el crecimiento de los últimos años y las perspectivas de futuro. Salvando las distancias, le explico, de alguna manera a nosotros nos toca vivir lo que vivieron ellos en su momento. Mi generación es de las más afectadas por la crisis y cada día es más difícil conseguir un contrato. Existe una parte de la sociedad a la que es demasiado caro despedir, mientras que nosotros, muchas veces más capacitados que esa “generación tapón”, deambulamos de contrato en contrato, siempre con el adjetivo de temporal como acompañante.
Pienso que nosotros estamos mejor preparados para afrontar ese reto de salir al extranjero a buscarnos lo que no encontramos en España. Trato de convencerme de que eso debería ser suficiente para salir adelante, pero soy consciente de todo lo que podemos aprender de aquellos emigrantes. Este hombre hoy tiene varios ranchos al norte del país, viaja a Europa una vez al año y alterna vacaciones entre EEUU, el Caribe y algún que otro crucero. Se casó y debe haber tenido varios hijos, porque presume de sus 22 nietos, algunos de los cuales han estudiado en Canadá y en Europa. Me despedí de él al aterrizar en México, pero me quedé con las ganas de darle las gracias. De eso, y de decirle que ojalá algún día pueda contar una historia tan buena como la suya.

3 comentarios:

Johnny Tumblepop dijo...

La verdad es que la cosa está muy cruda, pero me da a mi que el exterior no tiene mejores expectativas, ojalá todos los inmigrantes tuvieran ese final feliz que tiene el que fue tu vecino de asiento

Eric dijo...

¿Acento andaluz? ¿Qué te han hecho? Buena historia.

Fernando dijo...

Eric, CIERTO acento andaluz. Alguna letra que me como y una entonación algo extraña, pero conservo mi argentinidad. Algunos tienen más oído que otros y lo notan más.