"Si todavía queda alguien por ahí que aún duda de que Estados Unidos es un lugar donde todo es posible, quien se pregunta si el sueño de nuestros fundadores sigue vivo en nuestros tiempos, quien todavía cuestiona la fuerza de nuestra democracia, esta noche es su respuesta". Con esas palabras prácticamente culminaba su discurso Barack Obama la celebración de Chicago tras ser elegido el 44 presidente del país más poderoso del mundo. Hoy, el primer máximo mandatario negro del país toma posesión de su cargo y deberá demostrar que puede ser tan hábil tomando decisiones como eligiendo las palabras de sus discursos. Es probable que, como ya anticipaba él mismo la semana pasada, durante su mandato haya muchas decepciones. Guantánamo no se cerrará de un día para el otro (pese a que mañana mismo ordenará su clausura), ni se saldrá de la crisis antes de fin de año. Tampoco se terminará la guerra de Irak, ni la ocupación en Afganistán, ni mucho menos el conflicto árabe-israelí. Las expectativas que se han depositado en lo que pueda hacer son tan grandes que está condenado de decepcionar, sin que eso tenga que significar que vaya a ser un mal presidente. En sus manos está devolver a Estados Unidos el rol de faro de la comunidad internacional, capaz de marcar el camino correcto a seguir. Pero la mayor diferencia respecto a su predecesor quizás sea su anunciada predisposición al diálogo y al multilateralismo con el que promete abordar las diferencias con sus enemigos (Cuba, Siria, Irán, Corea del Norte).
En cuanto a la economía, ya se ha mostrado activo anunciando un plan de reactivación en el que apuesta por sectores clave, generadores de empleo cualificados, y en el que la inversión pública ocupa un papel relevante. Habrá que ver si funciona, y de hecho hace unos días el presidente de la Fed, Ben Bernanke, criticó las medidas en una conferencia en Londres. Dudo que ni Obama, ni el propio Bernanke ni ningún otro economista de los que todavía se atreven a dar recetas mágicas conozcan con certeza los pasos a seguir para sacar al país de la crisis. Por eso, el sólo hecho de que haya empezado a trabajar en un plan antes incluso de ocupar la Casa Blanca ya es todo un mérito. Ahora habrá que ver si funciona.
En una hora y media comenzará su discurso de 17 minutos en un acto que se anuncia sencillo pero lleno de emotividad. Pase lo que pase a partir de hoy, el evento marcará un antes y un después en este país. Cuando Obama nació los negros todavía debían viajar en la parte trasera del autobús, no podían formar parte de los equipos deportivos de las universidades, ni visitar ciertas zonas del país. Hoy, 47 años después, un afroamericano (digan lo que digan, su raza es la que es) se convertirá en presidente de EEUU. Es verdad, “We could”. Ahora queda lo más difícil: demostrar que también puede cambiar el rumbo de un país que lleva ocho años a la deriva. Así que como leí en algún blog que no recuerdo, sólo me queda decir: Bienvenido, presidente Obama. Le estábamos esperando.
Las 20 diferencias Sanz-Macri (entrega 2 de 5)
Hace 10 años




1 comentario:
Excelente reflexión.
Poder se puede, pero se necesitará tiempo como bien indicas y como Obama ha remarcado en su discurso de posesión. Así que si él pide esperanza, tengámosla. Además de paciencia, claro.
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