Llegamos el sábado sobre las 2 de la tarde y para nuestra sorpresa, la reserva que habíamos hecho del hotel no estaba registrada (o más bien, el gestor del hotel se hizo el loco para sacarnos más dinero aprovechándose que era la Super Bowl). Después de llamar a la policía (tardaron cinco minutos en presentarse tres coches patrulla, igualito que en España) y de que estos nos dijeran que no podían hacer nada, accedimos a que nos estafaran, aunque menos de lo que esperábamos en un principio.
Esta fue la cara que se nos quedó a Nacho y a mí al ver la habitación.
De ahí nos fuimos al centro de la ciudad donde suponíamos que habría mucho ambiente. Y no nos equivocábamos. Los aficionados, sobre todo de los Steelers, habían invadido la ciudad y los bares estaban a reventar.
Con Monti y Nacho.
Cartel homenaje al quaterback de los Steelers (de nombre impronunciable y que ni intentaré escribir).
El domingo por la mañana hicimos un desayuno almuerzo y nos fuimos al estadio para ver el ambiente de los alrededores. Estaba lleno de carpas y gente haciendo barbacoas, bebiendo y pasándoselo muy bien.
Además, había algunos puestos con conciertos, juegos y demás actividades para que los aficionados se lo pasaran bien. Dentro del parking del estadio había más cosas, pero como no teníamos entradas no pudimos llegar hasta allí.
El doble de George W. Bush.
Y cuando quedaba poco para que empezara el partido, nos fuimos de nuevo para el centro de la ciudad a buscar un bar donde verlo por televisión. Antes de eso, Monti hizo un último intento por conseguir entradas. Reproduzco la escena:
Un hombre pasa caminando con un cartel que dice “I need tickets”. Monti razona: este seguro que es un reventa camuflado, por lo que se acerca y le pregunta si tiene entradas. El hombre, entre incrédulo y desconfiado por la escena, le responde que no tiene, pero que quiere comprar unos billetes. Pero Monti no se resigna, y al siguiente que pasa con un cartel similar vuelve a preguntarle lo mismo.
-¿Cuántas necesitas?
-Somos cuatro.
-OK, cuestan dos mil dólares.
-¿Los cuatro?
-No, dos mil cada uno.
-Ah, vale, no estoy interesado.
Al final, vimos la primera mitad del partido en el bar Coyote (como el de la película) y salimos de vuelta para Miami. Llegamos cerca de las dos de la mañana, pero viaje mereció la pena. Pudimos presenciar, aunque sin entrar al estadio, el que sin dudas es el evento deportivo más importante del año en Estados Unidos.
1 comentario:
Dos mil pavazos, échale papas a la Super Bowl, vaya tela.
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