Hoy me levanté como si fuera un día más. Me duché, desayuné mientras veía las noticias deportivas. Salimos de casa como todos los días, a las 8:20 de la mañana. En el camino nos cruzamos con la misma gente, que por esas horas pasea el perro, compra el periódico o hace ejercicios. Una vez en el trabajo me metí en mis labores diarias, y lo mismo hicieron mis compañeros. Todo normal, podría haber pensado si me hubiera tomado un café antes. Pero de repente abro el periódico y leo: “IN YOUR HANDS”, y de repente entiendo todo el significado que encierra la frase. Hoy se vota en Estados Unidos, pero las repercusiones de esta votación tienen alcance planetario, y los que todavía creemos que los políticos son necesarios y que algo puede cambiar nos ilusionamos ante una cita como esta.
Recuerdo que un profesor del curso del CECO se quejaba de que su voto valiese lo mismo que el de una persona que no ha estudiado una carrera. “¡Encima estudié economía!”, repetía medio en broma medio en serio. Y me viene a la mente la reflexión justo hoy que en esta parte de la tierra se elige presidente. Me pregunto si su voto vale más que el mío, si las repercusiones que tenga su decisión serán mucho mayores. Pienso que vale la pena si eligen cambiar el rumbo de las cosas, pero ya me han desilusionado antes y no quiero alegrarme antes de tiempo.
Dudo también si lo del cambio es sólo un eslogan o tendrá algún efecto práctico. Si el mundo que reciba el futuro inquilino de la Casa Blanca, en medio de una crisis económica y con su país inmerso en dos guerras, será peor que el que nos devuelva en cuatro u ocho años. Me cuesta creer que una sola persona consiga que millones vivan mejor, pero me gusta creer que es así.De lo que no tengo dudas es que estas elecciones me generan más preguntas que respuestas. Que he depositado una confianza inmensa en Obama, y que todavía creo en que todo puede cambiar. Entonces me pregunto: ¿Será verdad que estoy ante un ejemplar único, o simplemente debo achacarle este sentimiento a mi edad?
Recuerdo que un profesor del curso del CECO se quejaba de que su voto valiese lo mismo que el de una persona que no ha estudiado una carrera. “¡Encima estudié economía!”, repetía medio en broma medio en serio. Y me viene a la mente la reflexión justo hoy que en esta parte de la tierra se elige presidente. Me pregunto si su voto vale más que el mío, si las repercusiones que tenga su decisión serán mucho mayores. Pienso que vale la pena si eligen cambiar el rumbo de las cosas, pero ya me han desilusionado antes y no quiero alegrarme antes de tiempo.
Dudo también si lo del cambio es sólo un eslogan o tendrá algún efecto práctico. Si el mundo que reciba el futuro inquilino de la Casa Blanca, en medio de una crisis económica y con su país inmerso en dos guerras, será peor que el que nos devuelva en cuatro u ocho años. Me cuesta creer que una sola persona consiga que millones vivan mejor, pero me gusta creer que es así.De lo que no tengo dudas es que estas elecciones me generan más preguntas que respuestas. Que he depositado una confianza inmensa en Obama, y que todavía creo en que todo puede cambiar. Entonces me pregunto: ¿Será verdad que estoy ante un ejemplar único, o simplemente debo achacarle este sentimiento a mi edad?
Obama y su mujer, Michelle, votan en la mañana del martes
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